viernes, 8 de agosto de 2008

Las Reliquias Nadthar y el Reino de la Luna Roja. Capitulo I: El Reino de la Luna Roja

Hola.
Como vieron, Las Reliquias Nadthar, en realidad fue el incio de la historia que se encamina. Esta es la segunda parte de la historia: Las Reliquias Nadthar y el Reino de la Luna Roja.
Esta hisotria salio de mi cabeza de una forma extraña, simplemente vislumbré todo lo que nombro y lo demás vino por añadiduras jeje.
Espero que esta historia les guste más que la anterior.

Saludos.
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Capitulo I: El Reino de la Luna Roja.

Faratheir llevó a su hijo hasta la sombra de un árbol frondoso. Acostó el cuerpo inerte del muchacho y se sentó a su lado.
Hälen seguía intentando convertirse en hada, pero una fuerza extraña se lo impedía.
Arbazdûl tenía en su mano izquierda el hacha y en la otra la espada de Siveltheir.
Altrof y Lanwë, el corcel blanco, estaban juntos. El caballo parlante, hasta ese momento no había dicho nada, pero el enano notó que varias veces lo había intentado.

Era de día en aquel Nuevo Mundo. Pero todo era diferente. El sol era más pequeño que el de la tierra de la compañía, el pasto del suelo era de un verde muy claro, y el viento que soplaba era más frio de lo normal.

Hälen había estado mirando todo desde que habían llegado. Su cara ahora estaba extrañada y la desesperación por no poder usar su magia se hacía más grande.
No había ni rastro de lo que aquel mundo era.

Nadie había hablado desde que se refugiaron en el árbol. Faratheir se concentraba en su hijo, Hälen en descubrir donde estaban. Solo el enano y los caballos estaban perdidos en sí mismos.
– ¡Miren! –gritó de repente Hälen, señalando una extraña criatura que se acercaba a ellos.
Faratheir alzó la vista. Era una mujer de la raza de Adán. Su cara y su cuerpo aparentaban unos 30 años. Iba vestida de una forma peculiar, que al grupo le pareció extraña, un pantalón azul y una camisa blanca; sus cabellos eran dorados, y jugaban con el viento; y su cara era pálida.
La chica se acercó rápidamente hasta el árbol, miró a los viajeros y luego habló:
– ¿Quiénes son? –su cara parecía perpleja.
Hälen se adelantó y extendió su mano.
–Soy Hälen, princesa del reino de las hadas FaryTown. ¿Donde estamos y quién eres tú?
La mujer estrechó la mano del hada, y ahora estaba asombrada.
–Mi nombre es Helena. –dijo la mujer con delicadeza– Están en el Reino de la Luna Roja. ¿Cómo han llegado hasta aquí?
Hälen contó la historia, desde donde Ganford los había enviado sin más por un portal.
Luego, la mujer se presentó a los otros miembros del grupo. Quedó extrañada al ver al hombre gordo y pequeño que cargaba las armas y al ver el arma de la mano derecha.
–Deben estar cansados. –dijo tras haber terminado el estrechón de manos– El chico puede dormir cómodo y podemos darles de comer a todos ustedes en mi casa.

Faratheir alzó al pequeño elfo, y lo puso sobre Lanwë. Luego él se montó y puso el corcel cerca de la mujer. Hälen y Arbazdûl montaron sobre Altrof, y la mujer comenzó a caminar.
Por primera vez, la compañía había divisado el paisaje. Era un hermoso valle que se extendía a muchas millas. Había árboles frondosos por todas partes, con frutos grandes y apetitosos.
Se movieron por varios minutos hasta que al fin, en el horizonte, distinguieron una pequeña casa construida de madera.
Helena los guió hasta allá, donde un hombre alto y gordo aguardaba sentado en el jardín.
– ¡Ho! Julio, –exclamó la mujer dirigiéndose al hombre, que era su marido– no sabes la sorpresa que me he llevado. Son ellos, los he encontrado bajo un árbol. Son ellos Julio, querido.
La mujer sonaba excitada.
El grupo no supo a que se refería con ellos, así que quedaron confundidos.
El hombre se quedó observando a las figuras sobre los caballos y quedó con la boca abierta. Igual que Helena, se fijó en el arma que el enano cargaba en su mano derecha.
Cuando salió de su transe, se dispuso a abrir la puerta de la cerca.
Todos se bajaron de sus monturas y las dejaron fuera. Luego entraron.
La casa era pequeña pero agradable. Tenía dos pisos, y era estrecha. El primer piso estaba dividido en dos cuartitos. El de la cocina y el de la sala, donde había unas cómodas y un pequeño comedor de tres puestos.
Julio le dijo a Faratheir que subiera y pusiera al chico en una cama, y a los otros los invitó a tomar asiento.
El elfo subió las escaleras de madera, y vio que el segundo piso también se dividía en dos; un cuarto y otro más pequeño. Faratheir puso a Siveltheir en la primera cama que encontró, le besó su frente y volvió a bajar.
Allí Arbazdûl hablaba con el hombre, que se vio muy interesado en la espada de Siveltheir; y Hälen ayudaba a Helena a preparar el té.
El elfo se sentó junto al enano y se incluyó en la conversación.
– ¿Y dices que alumbra en las noches? –preguntaba Julio.
–Así es. Una flameante luz alumbra, cuando ninguna otra está encendida. –respondió el enano.
– ¿Dónde la han conseguido?
Ahí fue cuando Faratheir habló:
–Mi hijo… –dijo con voz quebrada– obtuvo la espada en un templo… en una de nuestras aventuras…
El hombre abrió la boca en señal de asombro y asintió.
Cuando ya se empezaban a sentir incómodos llegaron Hälen y Helena con el té.
Helena llevaba una tetera de porcelana que aun despedía vapor y un plato de mantequilla. Hälen llevaba consigo cinco pequeñas tazas también de porcelana y un plato con un pan más grande al que estaban acostumbrados a ver. Las mujeres pusieron todo sobre una mesa de centro del mismo material con el que estaba construida la casa.
Cuando ya todo estaba servido, y todos organizados, Hälen habló:
–Ahora, quiero que me cuenten de este… Reino de la Luna… ¿Roja? –tomó un poco de té.
Julio asintió.
–Sabemos quienes son. –dijo luego Helena– Me extraña que no conozcan donde están.
–Pues no. –dijo Faratheir tras haber tomado un sorbo de su taza– Hemos llegado aquí por accidente y queremos saber como salir.
–El Reino de la Luna Roja, –dijo Julio, sin prestar atención al elfo– se está destruyendo. Un mal muy poderoso está deshaciendo cada milla de este mundo. Cada hombre, cada árbol, cada lago, cada río… todo.
–El sol, –dijo luego Helena– cada vez se hace más pequeño… y… –su voz se quebró– si muere este, instantáneamente todos moriremos con él, envueltos en las profundas tinieblas.
–Y eso qué con nosotros. –dijo Faratheir bruscamente– Solo queremos salir de aquí.
–Ustedes no han llegado por accidente. –dijo Julio– Y tú, –se dirigió al elfo– como puedes ser tan egoísta. Debes de saber que serás tú quien nos salvará…
–Había escuchado esto. –interrumpió repentinamente Hälen– Y Faratheir no es quién los salvará.
La pareja de humanos quedaron sorprendidos, y Helena se adelantó a hablar:
– ¡Entonces quién es!
–El Elegido los salvará a ustedes de ese mal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ja!!Muy buenaa!!
Peroo no me deges Intrigadaa...=(
Segui asii Bbyy...Excelente forma De escribirr!!=D!!
Congratulations my Friend!!