lunes, 12 de mayo de 2008

LAS RELIQUIAS NADTHAR - De Vuelta en Alazdam (Cap. VI)

Bien, creo que pude cumplir mi prometido. Escribir al menos, 5 minutos diarios ^^. En este capitulo hay bastantes problemas, espero que lean y que les guste.
Saludos.

De Vuelta en Alazdam - Cap. VI

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Faratheir miró hacia atrás, y vio caer el templo.
–En verdad, si había magia negra.
–Pero quien…¿Quién pudo hacernos esto? –preguntó Siveltheir– Urbhum murió, y Ganford perdió nuestro rastro.
Hälen se fue volando hasta el lago, y luego regresó.
–Urbhum no está. Sin duda fue él.
–Pero, y si ha escapado. –Dijo Faratheir– Algo lo hizo vivir.
–Ganford! –dijo Hälen.
–Maldito…por qué añora tanto esas reliquias!! –cuestionó Siveltheir.
–Con tal de hacernos sus servidores, a nosotros y a todas las criaturas, el iría hasta el fin del mundo. –dijo Faratheir.
–Pues que vaya. Porque a nosotros no nos las robará. –gruño Siveltheir.
–Bien. Y ya que tenemos nuestro primer objetivo. Es hora de regresar donde el Gran Thatgeir. –dijo el hada.
–Vamos. –Faratheir cargó sus cosas y acomodó la silla de su caballo. Luego pidió a Siveltheir que se montará, y a Hälen que tomara su forma de hada. Así ahorrarían mucho tiempo.
Partieron sin problemas.
****
Urbhum se sentía muy mal. Solo llegó hasta la primera sala, con el dragón en el centro, y no pudo avanzar más; el templo cayó sobre él.
–Y ahora…que…–se preguntó, intentándose liberar de la gran torre que había caído sobre él.
De nuevo, comenzó a cerrar sus ojos, y su vida…acabó.
****
El regreso se hizo bastante largo. Cruzaron todo el bosque en casi 3 días, sin rastro alguno de los Jinetes Negros. Esta vez no tuvieron que cruzar las oscuras cuevas, en cambio pasaron sobre ellas. Seguido a esto, llegaron hasta el valle de Adilian.
–Aquí. –recordó Siveltheir– Encontramos a Altrof, el caballo parlante que nos delató.
–Si, supe de eso. –dijo su padre.
En seguida, la figura de un pobre caballo apareció ante ellos. Era oscuro, y se veía mal cuidado. Tenía sangre por todos lados y cojeaba.
El caballo se acercó al grupo.
–Mi señor. –dijo– Soy Altrof, el caballo que los transportó.
Siveltheir bajó del corcel y en seguida sacó su espada.
–Maldito caballo! –gritó– Tú nos delataste con Ganford.
–Señor mío. –dijo el pobre caballo sin aliento– Discúlpeme. Esos malditos jinetes me sacaron la información. Mire como me dejaron. Luego, volvieron y dijeron que yo les había mentido, y me golpearon aún más. Tenían látigos, y usted no sabe como duele eso.
Siveltheir miró a su padre, y luego a Hälen.
–¿Será verdad lo que nos dice? –preguntó el elfo.
–Yo se que un caballo parlante nunca mentiría. –replicó Faratheir– Su sangre es del mejor linaje, y tienen una descendencia real. Un caballo así no podría decir mentiras.
–Es verdad lo que dice este noble caballero. –Dijo Altrof– Ayúdenme… cúrenme… los llevaré a donde quieran…pero… ayúdenme.
El caballo se puso sobre sus rodillas y bajó la cabeza.
–Padre… Ayúdalo.
Faratheir sacó de su mochila un manojo de Athelas. Luego comenzó a tapar las heridas que rodeaban al pobre Altrof.
Minutos después, el caballo se paró de nuevo.
–Toma. –le dijo Faratheir– Come esto, te repondrás. –le pasó una manzana dorada. En seguida, el caballo volvió a su estado normal.
–Nuevamente. Estoy dispuesto a ayudarles. –Dijo el caballo inclinando su cabeza– Mi señor Siveltheir, soy suyo… lléveme hasta donde usted apetezca.
Siveltheir se montó sobre Altrof, y de nuevo la compañía se movió.
****
–Mi señor. –dijo uno de los Jinetes Negros– La criatura Urbhum ha visto a El Elegido, y al hada. Dice que uno más iba con ellos.
– ¿Que hizo la criatura?
–Fue tras ellos. Pero no sabemos más.
–Quiero que regresen a donde lo dejaron. Infórmenme que hizo.
Los jinetes de nuevo golpearon sus caballos y fueron nuevamente al lago.
****
Cabalgaron durante horas por todo Adilian, y al fin el hermoso valle estaba terminando.
Llegaron de nuevo a un terreno de piedras y árboles, donde Hälen y Siveltheir habían tenido que escapar de Wargos.
–Aquí termina Adilian. –susurró Altrof al grupo. Se veía triste, no le gustaba dejar su tierra.
–Si no quieres seguir, -le dijo Siveltheir, acariciándole el costado– quédate.
– ¡No! –dijo con firmeza el caballo– Seguiré con vosotros, sin importar lo que me duela dejar Adilian.

Aminoraron el paso. La torre de Alazdam ya se divisaba desde su posición. Altrof se veía muy excitado, nunca había ido hasta Alazdam; esta sería su primera visita.
El sol comenzaba a descender y la luna se podía ver en lo alto. Venteaba muy fuerte y era un viento helado.
–Creo que debemos acampar. –dijo Hälen mientras tomaba su forma humana y se encojía.
–Como dices eso. –reaccionó Faratheir– Tenemos a Alazdam en nuestras narices y aun así ¿Dices que acampemos?
Siveltheir escuchaba la discusión, y no sabía que decir. Si se quedaban dormirían mal y tal vez estuvieran expuestos. Si seguían, aun así quedarían expuestos, pero llegarían cuanto antes a la torre.
–Bien. –dijo al fin Hälen– Que decida El Elegido.
Al elfo le latió el corazón muy rápido. Era muy difícil tomar una decisión.
–Sigamos. –Contestó luego de pensarlo un momento.
Hälen se resignó de su comentario, y con mala gana continuó.
–Debemos acelerar el paso. –apuntó Faratheir– Nunca llegaremos a este.
–Pero… -dijo Hälen, pero prefirió quedarse callada.
Faratheir golpeó a su caballo, y el joven elfo lo hizo también. El hada tomó su forma natural y comenzó a volar. El viento le empujaba las alas y no podía volar con facilidad.
Ya se acercaban al fin, y entonces un grupo de mercenarios apareció frente a ellos. Los caballos frenaron y se levantaron.
–¿Qué queréis bellacos? –preguntó en seguida Faratheir, bajándose de su caballo y empuñando su espada.
Siveltheir también preparó su nueva espada, la que había abierto la puerta del templo.
En seguida, uno de los mercenarios se bajó de su caballo, que era café, y se acercó hasta Faratheir.
–No te atrevas a desafiarnos. –Dijo el hombre. Estaba armado con una ballesta que cargaba en su pecho y con una gran lanza que llevaba atrás– Baja esa espada y arreglaremos esto sin tener que matarlos– El hombre alzó su mano y una luz azul se disparó de ella.
Faratheir bajó la espada.
–¿Qué es lo que quieren? –preguntó.
–Entrega los caballos. –respondió el mercenario.
–Y la espada del chico. –añadió otro.
En total eran 4 mercenarios. Dos cargaban arcos y espadas, y los otros la ballesta y la lanza.
Siveltheir parecía enojado. Alzó la espada, pero el mercenario que estaba adelante en seguida lo detuvo.
–No te atrevas, pequeño.
Siveltheir no hizo caso a la advertencia, y entonces descargó toda su furia sobre el hombre, que calló redondo al suelo.
El joven elfo no lo podía creer, había matado a un hombre.
En seguida se escuchó el lanzamiento de una flecha. Siveltheir volteó y vio a su padre, con una jara envuelta en hilo rojo, clavada en su pecho.
El corcel blanco se abalanzó sobre el otro mercenario con ballesta, Siveltheir fue contra uno armado con arco y Hälen, con su forma humana, fue hacia el último.
Altrof estaba asustado, una batalla así nunca la había presenciado. Estaba tras un árbol, buscando no ser alcanzado por una flecha.
Siveltheir terminó con su hombre, y fue contra el que el corcel estaba batallando, quien también calló.
El corcel blanco se dirigió hasta su amo. Siveltheir lo siguió.
Hälen ya había terminado con su hombre, y en seguida corrió hasta Faratheir.
–Padre! –gritó Siveltheir, viendo a su padre intentando sacarse la flecha que lo atravesaba.
–Altrof. –dijo Hälen al noble caballo– Corre hasta la torre. Diles a los guardias que necesitas ayuda, con Lord Faratheir, quien yace aquí.
Altrof siguió las órdenes al pie de la letra.
Los gritos de dolor del elfo eran horribles sollozos que Siveltheir sentía en su corazón.
El joven elfo no sabía que hacer. Solo lloraba, de rodillas en el suelo.
–Hälen. Haz algo.
–No puedo Sivel.
De pronto de entre algunos árboles, apareció Altrof. Sobre él dos hombres vestidos con túnicas blancas con adornos dorados en las mangas, cabalgaban. En sus manos tenían una vara luminosa, que los guió por la oscuridad.
Los sacerdotes bajaron rápidamente al ver al jinete gimiendo.
Uno de los sacerdotes, de nombre Gar’sh, se puso al lado de la cabeza de Faratheir. Cerró los ojos y comenzó a pronunciar unas palabras.
El otro, de nombre Q’uas, posó su mano sobre la herida donde la flecha se encontraba. En seguida, comenzó a sacar cuidadosamente la barra.
Siveltheir miraba. La esperanza regresaba.

La flecha al fin había sido extraída. Pero Faratheir tenía sus ojos cerrados, y los latidos de su corazón eran muy lentos.
Gar’sh seguía rezando sus palabras, mientras Q’uas sanaba la herida en el pecho.
–Sobrevivirá. –Dijo Q’uas mientras se paraba– Llévenlo hasta la torre, allí podrá descansar.
Gar’sh se levantó también.
–Volvamos todos a la torre.
Los sacerdotes se montaron nuevamente sobre Altrof, Siveltheir montó a su padre sobre el corcel y él cabalgó. Mientras, Hälen tomó su forma de hada y la compañía comenzó a andar directo a la torre de Alazdam.

lunes, 5 de mayo de 2008

LAS RELIQUIAS NADTHAR - En el Templo de Ôlfin (Cap. V)

Bien, ya he vuelto. Hace tiempo no escribia, y me puse una meta de escribir al menos 5 minutos diarios ^^. Espero cumplirlo. Entre el sabado y hoy escribií este capitulo. Espero que les guste.
Saludos.

En el Templo de Ôlfin - Cap. V

Dentro, el camino descendía bruscamente. Cada paso los llevaba más bajo tierra. El grupo andaba por un largo pasillo, que parecía no tener fin. Faratheir iba sobre su caballo, y Siveltheir y Hälen iban a pie.
Luego de un largo trecho, Hälen pudo distinguir una luz al fondo del pasillo. Se apresuraron a llegar, y vieron que era un salón alto. Estaba lleno de enredaderas, y grietas en el techo por donde se filtraba la luz del sol. En el centro del aposento, había una alta torre de madera, que se asemejaba a un tótem. En la punta, estaba tallada la sorprendente imagen de un dragón.
El salón estaba rodeado por antorchas, lo cual dejó descubierta una puerta al otro extremo de donde se encontraba la compañía.
Faratheir cabalgó hasta la puerta, pero se dio cuenta que no se podía abrir.
–No tiene candado. –dijo, examinando la puerta– ni se encuentra sellada con nada.
–Entonces. –preguntó su hijo– ¿Qué haremos para abrirla?
–Este templo esconde muchos secretos. –murmuró Hälen, observando su alrededor.
Faratheir fue hasta la torre en forma de tótem. Tocó por todo lado, pero nada que la puerta abría.
En seguida, Hälen tomó su forma de hada, subió hasta la cima del tótem, y tocó la cabeza del dragón. De pronto, un aire helado pasó por la sala y apagó las antorchas. Pero luego, una luz más intensa alumbró la habitación. Hälen bajó de nuevo, y tomó su forma humana.
La escena estuvo así por varios minutos, en los que el grupo intentó descifrar el uso de esa luz. Luego, una hermosa espada encandecida bajó hasta Siveltheir.
El elfo, asustado, se acercó al arma.
–Tómala. –Dijo Faratheir– Estará fría.
Siveltheir la tomó y efectivamente, estaba fría. El elfo la alzó y una ráfaga de energía cubrió el arma. Luego, la bajó lentamente y la ráfaga comenzó a desaparecer.
–La puerta! –Siveltheir se acercó, y alzó la espada– La abriré.
Luego, con fuerza hizo una estocada al portón. En seguida, esta desapareció, y la entrada quedó libre.
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Urbhum se agarró del borde del lago, y comenzó a salir. Luego, se puso boca abajo y tosió. Sintió la flecha en su cuerpo y la quitó. Un chorro de sangre se regó.
–Malditos sean los elfos! –murmuró. La criatura no tenía fuerzas, su vista se volvió blanca, y comenzó a cerrar los ojos. Pero entonces, pudo vislumbrar un destello fuerte de luz negra que le cerró los ojos por completo.
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El grupo entró. Siveltheir tenía el arma en sus manos, le pesaba mucho.
–Vamos, ponla aquí. –Faratheir le mostró una vaina que estaba amarrada a la silla de su corcel.
Caminaron otras varias horas, cada vez bajando más. La luz del sol se filtraba por las grietas en el techo, y el aire de humedad cada vez se sentía más.
De nuevo, caminaban por un pasillo; largo y estrecho.
Faratheir llevaba al caballo de la cuerda, el pasillo no era alto.
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–Llévenlo. –Urbhum sintió que lo llevaban cargado. Estaba confundido, quería ver que pasaba. Pero sus ojos no se podían abrir, una fuerza extraña se los detenía.
–Déjenme. –Dijo la criatura con una voz muy débil– ¿Qué rayos me hacen?
Luego, calló. Sintió como si su cuerpo no estuviera. Pero luego, lo sintió, y la fuerza regresó a él.
–Ya está. –Dijo la voz de un hombre– Abre los ojos, criatura Urbhum.
Urbhum atendió al mandato. Vio a 3 hombres vestidos de negro, con caballos del mismo color a su lado.
–¿Quienes son? –la criatura se paró, y miró a los extraños recién llegados– ¿Qué me han hecho?
–Jinetes negros. –Respondió uno– Servimos a Ganford. Nuestro señor cree que usted está implicado con nuestro objetivo.
–¿Quién es su objetivo?
–Un elfo y un hada. –Respondió el jinete– Han vagado por toda la tierra, y cada vez nos burlan. ¿Acaso los ha visto?
–Que gusto verlos. Alguien más en contra de esos elfos.
–Solo era uno… y un hada.
–Pero otro más iba con ellos. Me disparó mientras estaba distraído.
Los Jinetes Negros se miraron.
–Hay que informar a Ganford. –Dijo en seguida uno de ellos.
–Andando.
Los tres se montaron en sus caballos.
–Criatura Urbhum, ¿sabes a donde han ido?
–Al Templo de Ôlfin, estoy seguro.
–Ve a por ellos. Es una orden.
Golpearon a sus caballos, y las siluetas negras en seguida desaparecieron.

Urbhum se dirigió al templo. Sus fuerzas estaban más potenciadas, y podría caminar por cuatro días sin descansar, si así lo quería.
En unos cuentos minutos, allí estaba, a las puertas del gran templo. Localizó las runas, y las examinó.
–Malditas runas élficas. –murmuró.
Intentó leer la inscripción, pero no lo lograba. Pero entonces, se concentró. Cerró los ojos, y una luz gris lo cubrió. De nuevo vio la inscripción.
Fyothell d äshtas, on yiantel dêral… freäthor gall, t fyall graêndar.
La criatura pasó su mano por las runas, y nuevamente una luz azul bajó del cielo y destruyó la puerta. Urbhum entró, contento de su hazaña.
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Boom! Se escuchó un eco.
Faratheir miró hacia atrás, pero no vio nada.
– ¿Qué diablos habrá sido? –se preguntó.
–Hay que acelerar el paso. –Dijo Hälen– Alguien más entró al templo.
–Pero, –dijo Siveltheir– ¿No dijiste que muy pocos saben descifrar runas?
–La magia negra puede hacer cualquier cosa.

Faratheir localizó al fin su posición en el mapa; no estaban lejos de la reliquia.
–Ahora, entraremos en otra sala parecida a la anterior. Con esta espada, –señaló la envainada arma– cualquier puerta se abrirá.
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Urbhum caminó muy rápido por el pasillo. Luego de varios minutos localizó una entrada. Corrió hacia ella y llegó a un gran salón.
Miró la hermosa figura de un dragón tallado en una torre. Escaló hasta él, y allí pudo ver una serie de inscripciones grabadas.
– Más runas… –se dijo.
Leyó…y sonrió.
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–He aquí, el salón principal del templo. –dijo a su compañía.
En la sala había hermosos asientos envueltos en enredaderas, organizados alrededor. En el centro había un altar agrietado. Y el techo tenía hermosas pinturas de guerreros elficos.
–En este salón se hacían los consejos de los elfos. –explicó el hada– Era hermoso, antes de que el templo se abandonara.
Todos se separaron para buscar entradas, o puertas selladas. Pero ninguno encontró nada.
Hälen fue hasta el altar, vio en el piso, y allí había inscripciones.
–Tal vez podamos abrir alguna puerta. –dijo– Déjenme descifro esto.
Tardó algunos minutos, y luego anunció.
faxk’amin j d’uermk alumg’ir geathir, j huk’er u Ôlfin vaom’her hakhemda. “Con la espada de fuego alumbra el salón, la entrada al secreto de Ôlfin hallarás.”
Faratheir desenvainó el arma y se la entregó a su hijo. Siveltheir la alzó y la ráfaga de energía tomó la espada. El elfo comenzó a caminar por todas las paredes, y al fin, halló una entrada.
–Es por aquí! –gritó– Esta es la entrada al secreto!
Todos corrieron a la entrada, y rápidamente avanzaron. Otro pasillo apareció ante ellos, pero esta vez más corto.
Luego de una caminata, llegaron a otra entrada. Estaba adornada con piedras preciosas y con detalles tallados en oro y plata; un árbol, estrellas y un par de espadas.
–Hay que entrar. –dijo Hälen.
La puerta no se abría con facilidad; otra secreto que guardaba el templo.
– ¿Acaso hay más runas? –preguntó Siveltheir.
Hälen buscó pero no encontró nada. Siveltheir se acercó y de pronto su espada se convirtió en una hermosa llave a de oro.
–Oh! Sabios elfos. –murmuró Faratheir.
Siveltheir se adelantó hasta la puerta e introdujo la llave. La puerta se abrió hacia arriba, y todos entraron. Examinaron todo, y allí estaba; La Reliquia Nadthar del valor.
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Mag’f orit’huk fakhimt’tk jualk. Taxbvi Diaron’g. “La magia negra destruirá el templo. Alabad al dragón.”
Urbhum bajó de nuevo. Se concentró y comenzó unos extraños rituales. Se envolvió en enredaderas, y comenzó a bailar alrededor del dragón. Entonces, destellos de luz amarilla comenzaron a rodear a la criatura Urbhum.
Luego, la tierra comenzó a temblar.
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Siveltheir corrió hasta la hermosa perla. La Nadthar del valor. Se acercó y la examinó. Centelleaba luz verde y brillante. No tenia forma, pero aun así era hermosa.
De repente, un temblor hizo que el grupo se cayera.
–Definitivamente. –dijo Hälen– Alguien está haciendo magia negra.
–Agarra la perla rápido, hijo.
Siveltheir la tomó y un calor rodeó su cuerpo.
–Ahora, te llenarás de valor. –explicó el hada– No serás el mismo, tendrás más fuerzas y más iniciativa para hacer las cosas. Zarkurak De’am. –al decir estas palabras Siveltheir fue levitado por una nube verde, y la reliquia desapareció de sus manos. Luego volvió a tierra, y ya no se veía igual. Era más alto y fornido, además su cara era mucho más bella.
–Me he llenado de valor. Ahora, hay que salir.
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Urbhum se quitó las enredaderas. Los destellos amarillos lo seguían rodeando. Luego, siguió por una puerta destapada. Al otro extremo de donde había venido. Siguió por un pasillo largo, y corrió hasta la próxima entrada.
Al llegar, corrió hasta el centro de la habitación, recitó unas palabras y otro temblor surgió. Luego, los destellos que rodeaban a la criatura dejaron de alumbrar, en cambio, ascendieron hasta el techo, y desde el suelo una estatua de mármol apareció.
–Ho! Gran Kryniss. –Urbhum se arrodilló ante la estatua. Era la figura de un espíritu drow, invocado por la magia negra de la criatura.
La estatua alzó una larga espada, que alumbraba con un plateado intenso. Luego, Urbhum comenzó a correr hasta la salida.
Kryniss golpeó el suelo, y un estallido hizo que el Templo de Ôlfin cayera.