viernes, 6 de junio de 2008

LAS RELIQUIAS NADTHAR - Camino a Anârg (Cap. VII)

Pues hace tiempo no escribía; he perdido mi rutina por lo del fin de año lectivo y eso (muchos trabajos, y estudiar para examenes).
Creo que los capitulos me están saliendo más largos ahora, a diferencia de Robo en Oirad. Espero seguir mejorando...
Gracias por leer...y espero que les guste este capitulo.
No olviden el comentario ;).

Camino a Anârg - Cap. VII

Al llegar, un par de guardias estaban parados en la gran puerta. Los sacerdotes se bajaron, y le pidieron el cuerpo de Faratheir al joven elfo.
Los dos hombres subieron rápidamente. Luego, el estruendo de una puerta se oyó en las plantas altas.
– ¿Qué harán con él? –le preguntó Siveltheir a Hälen, quien se estaba convirtiendo en mujer.
–Lo pondrán a descansar. –respondió el hada– No te preocupes. Por ahora, vamos donde el Thatgeir, tenemos que preguntarle por nuestro próximo objetivo.
Siveltheir se bajó de Altrof, y agarró al corcel de su padre.
–Guardias… –gritó Hälen a los hombres.
– ¿Qué quiere milady? –respondió uno de los guardias con una voz de autómata.
–Llamen a los cuidadores de caballos. Quiero que traten a estos dos corceles, como a uno de nosotros.
El guardia se fue en seguida, y desapareció entre la oscuridad.
Hälen se adelantó. Entró por la puerta y llamó a Siveltheir.
–Pero, ¿Qué harán los caballos? –preguntó Siveltheir acariciando a el blanco corcel.
–Ya vienen los cuidadores…
Siveltheir siguió a Hälen. Mientras caminaba hacia la puerta, miró sobre el hombro y se despidió de Altrof.
Dentro el joven elfo recordó su primera vez allí: Cuadros con marcos de oro, cabezas y estatuas de animales y en el centro la escalera en caracol con barandillas de oro.
Nuevamente, como la primera vez, subieron las gradas. Al final, el largo pasillo estaba ante ellos.
Siveltheir ya sabía el camino, y se adelantó de Hälen. Fue hasta la puerta adornada del extremo. Dio un par de golpes y como por arte de magia, estas se abrieron.
–Entra. –le dijo Hälen al elfo.
Con miedo, Siveltheir avanzó. Y allí estaba sentado en una de las sillas de plata, el Gran Thatgeir.
El hada y el elfo se inclinaron.
–Levántate, Siveltheir. –dijo el Thatgeir.
El elfo no sabía que hacer…si pararse o quedarse allí.
–Hazlo! –le susurró Hälen.
Siveltheir se paró.
– ¿Por qué señor?
–Ahora tú reinarás…
Hälen se quedó atónita, y Siveltheir aun más.
– ¿Qué dice mi señor? –preguntó Hälen al ver que Siveltheir estaba pálido, y con la boca cerrada.
–Mi enfermedad cada vez avanza. –les explicó Thatgeir– La profecía me obliga a nombrar a un rey, y claro, es El Elegido. Pero, tu reinado no será vigente hasta que tengas la Nadthar de la sabiduría, tu siguiente objetivo.
–Mi señor. –dijo el hada– Por favor, denos las instrucciones para llegar hasta la reliquia.
–…Espera! –replicó el Thatgeir– ¿Dónde está Lord Faratheir?
–Él… fue atacado… –dijo Siveltheir quebrándosele la voz– Ahora está descansando en un cuarto, dos sacerdotes lo auxiliaron.
–Bien. –prosiguió el Thatgeir– Lord Faratheir, tu padre, tiene las indicaciones de la siguiente reliquia. Ésta, se encuentra en las montañas de los Enanos. La reliquia está guardada en una mina, pero no les será fácil pasar. La guardia enana tiene custodiada muy bien esa zona. Para poder pasar, necesitarás el valor que te fue dado.
Hälen se levantó y Siveltheir al fin dijo algo:
–Lo haré señor. –intentó inclinar la cabeza, pero antes de que lo hiciera el hada se la detuvo, y le negó con la cabeza.
–Andando. –dijo el Thatgeir levantándose de su silla– Hay que ver, como Lord Faratheir sigue.
La imponente figura del Thatgeir se dirigió hasta la adornada puerta, y pidió a la pareja que lo siguiera.
Caminaron por el largo pasillo, y pararon en una de las entradas. En la puerta estaba tallada la imagen de un hombre, parecido a los sacerdotes que habían visto unas horas antes.
El Thatgeir abrió la puerta. Siveltheir en seguida intentó ver que había dentro.
Los sacerdotes se encontraban sentado en unas sillas al lado de una gran cama, donde Faratheir dormía.
–Ya está mejor. –se adelantó a decir uno de los hombres– Su herida a sanado.
Siveltheir se acercó a la cama, vio a su padre y la esperanza le regresó. Se quedó allí varios minutos, recordando su pasado con su padre: Dos pobres elfos en busca de aventuras. Faratheir fue un guerrero real, pero se alejó de esto cuando conoció a una mujer, que más tarde lo dejaría abandonado con un pequeño hijo. Siveltheir, creció como un niño cualquiera. Pero según sus amigos, él era anormal. Estuvo solo cuando quería jugar, su pasatiempo era tallar armas de madera.
–Hälen. –susurró el Thatgeir– Llévalo a su aposento. Este será su hogar desde ahora.
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Los jinetes fueron al lago, pero el rastro de la criatura Urbhum se había borrado. En seguida fueron hasta el templo, y vieron las ruinas que ahora se encontraban en el lugar.
–Pero que demonios!
Uno de los jinetes se acercó hasta una torre tirada. El cuerpo sin vida de la criatura Urbhum estaba allí, envuelta en sangre. Sus ojos no estaban en su lugar, los gusanos estaban dentro carcomiendo cada tripa de la criatura.
–Arg’zhul! –llamó un jinete, al que estaba contemplando a Urbhum– Recógelo, debemos llevárselo a Ganford.
Arg’zhul siguió las ordenes de su compañero; Darg’xux. Los tres partieron nuevamente para el encuentro con su amo.
****
–Chico. –llamó Hälen a El Elegido– Sígueme, los sacerdotes cuidarán de tu padre.
Siveltheir dio una mirada a los hombres de túnicas y luego vio a su padre. Fue hacia el hada resignado.
De nuevo caminaron por el pasillo largo, pero esta vez pararon al otro extremo de la puerta de El Thatgeir.
Hälen, en su forma humana, hizo un conjuro, y en seguida el techo del lugar se abrió, y desde allí una nueva escalera en forma de caracol, apareció.
El hada subió unos escalones. Miró a Siveltheir, quien estaba parado, miedoso de subir.
–Vamos! ¿A qué le temes?
–No se. Creo que no estoy acostumbrado a este tipo de cosas.
–Sube! No seas tonto.
Siveltheir atendió a la orden de la mujer.
Subieron varios escalones hasta llegar a un nuevo pasillo, esta vez no tan largo. Caminaron hasta llegar a una puerta parecida a la de Thatgeir.
–Sigue. –le dijo Hälen al muchacho, abriéndole la puerta para que entrase.
Siveltheir pasó por la entrada, y luego Hälen lo siguió.
–He aquí tu aposento.
El joven elfo observó el hermoso cuarto de arriba a abajo.
La habitación era bastante grande. El techo era de forma oval, con una hermosa pintura de una batalla donde los elfos vencían. Las paredes eran un hermoso escarlata, y el piso estaba cubierto con una alfombra del mismo color.
En el centro, estaba una estatua de mármol, con la forma de ángel, con una espada en su mano.
–Este fue un hombre. –dijo Hälen, al ver que Siveltheir estaba contemplando la figura– Su nombre era Ayassûr. Fue el quien libró a Alazdam del ataque de los drows, quienes atacaron para dar su venganza contra nosotros. Tras vencer, fue convertido en ángel, y su estatua fue hecha para siempre recordarlo.
El joven elfo recorrió toda la habitación, fue hasta la cama que era muy parecida a la de El gran Thatgeir. Luego, fue hasta un armario de madera.
–Ábrelo. –le sugirió Hälen.
Dentro unas hermosas armas estaban acomodadas.
–Son ahora tuyas. –Siveltheir vio cada una de las espadas, arcos y cuchillos que allí se encontraban. Pudo ver la espada que había obtenido en el templo. La sacó del armario, se alejó y practicó un par de estocadas y la puso sobre su nueva cama.
– ¿Qué haces? –preguntó Hälen.
– ¿Cuando saldremos?
–No lo se. –respondió el hada– En cuento tu padre esté bien, tal vez el Thatgeir nos dé la orden.
–Quiero irme ya!
Siveltheir salió rápidamente de la habitación. Lo último que escuchó Hälen fueron los pasos del elfo bajando las escaleras.

Llegó corriendo hasta el aposento de los sacerdotes.
– ¿Cómo está mi padre? –preguntó agitado.
–Estoy bien hijo mío. –respondió el noble hombre. Faratheir se estaba poniendo su cinturón.
– ¿Qué haces? –preguntó su hijo.
–Partiremos ya.
El padre envainó su espada, cargó un par de cuchillos y una cantimplora. Luego agarró un bolso, que cargó a sus espaldas. Se quitó la camisa, se armó con una pechera de mithril y luego se volvió a vestir.
–Ve, y agarra lo que vas a llevar. –dijo tras terminar de cargarse– Dile a Hälen que El Gran Thatgeir espera en sus aposentos.
Siveltheir abrazó a su padre, y luego salió a correr.

Hälen estaba bajando las escalas.
–El Thatgeir espera. –dijo, nuevamente fatigado– Ve a su habitación, yo ya voy.
Siveltheir volvió a su cuarto. Fue hasta el armario y de él sacó un par de cuchillos, un cinturón de cuero con hebilla de plata, un nuevo jubón de un cuero muy resistente y una nueva espada.
En unos segundos ya estaba armado. Al final, envainó las dos espadas y salió a correr.
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Llegaron hasta la residencia de Ganford en unas pocas horas.
–He aquí a la criatura Urbhum. –dijo Hargz, el otro jinete. Hargz puso el cuerpo destruido del monstruo sobre una mesa de piedra, en seguida un par de moscas llegaron y se posaron en algunas llagas que Urbhum tenía.
Ganford negó con la cabeza, mientras miraba a la criatura, e hizo una mueca de asco.
–Bótenlo. –ordenó– No quiero volverlo a ver. No me sirvió de nada haberlo revivido.
Darg’xux cargó con el cadáver, y al cabo de unos instantes regresó.
–No podemos perder más tiempo. –dijo Ganford mirando por la ventana de su aposento– ¿Los cuerpos de los servidores de Thatgeir no estaban?
–No señor. –se adelantó a responder Arg’zhul.
–Bien. –prosiguió Ganford, volteándose para verlos– Eso significa que han obtenido la reliquia. Su siguiente objetivo serán las montañas de los enanos. Quiero que vallan, en algunos días enviaré más jinetes a contribuir. Pero quiero, que no les pierdan el rastro a esos… largo!
Los jinetes agarraron sus caballos y partieron enseguida.
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–Hälen, Faratheir y Siveltheir. –comenzó el Gran Thatgeir con su potente voz, mirando a cada uno de los integrantes de la compañía– Cuanto antes deberán partir a las montañas del occidente; Anârg.
”Los enanos protegen a Anârg como a un dios. Solo tú sabrás que hacer, Siveltheir. Burlen a los enanos, pero la fuerza no les será útil. Cuando logren entrar en las minas pasarán por diferentes pruebas, y si salen victoriosos la Nadthar de la sabiduría será tuya.
Faratheir, estás a cargo de tu hijo y de esta honorable hada. Guíalos hasta la Nadthar; solo tú, yo y los sacerdotes de Alazdam sabemos donde está.

Faratheir se inclinó ante el Thatgeir, y luego ante su hijo. Siveltheir quedó sin palabras durante un largo rato.
Luego, todos estaban listos para partir. La compañía salió junto a los sacerdotes y el Thatgeir, hasta la puerta principal donde fueron despedidos con una bendición.
–Vayan en paz. –anunció el Thatgeir– No se dejen encontrar por el enemigo.
Siveltheir y Faratheir agarraron sus caballos. Altrof tenía un porte mejorado, y el corcel blanco seguía tan radiante como siempre.
Hälen estuvo, en su forma de hada, sobre el hombro de Siveltheir.
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Los jinetes habían recorrido gran tramo en pocas horas. La residencia de Ganford no estaba alejada de Anârg, muy pronto llegarían. El único problema es que la cadena montañosa es bastante extensa, y se dificultaría su misión.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente...Cada vez Mejoor!!
Amigo Sos grande!!
Dios te Bendiga y obvio Segui Asi!!