lunes, 12 de mayo de 2008

LAS RELIQUIAS NADTHAR - De Vuelta en Alazdam (Cap. VI)

Bien, creo que pude cumplir mi prometido. Escribir al menos, 5 minutos diarios ^^. En este capitulo hay bastantes problemas, espero que lean y que les guste.
Saludos.

De Vuelta en Alazdam - Cap. VI

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Faratheir miró hacia atrás, y vio caer el templo.
–En verdad, si había magia negra.
–Pero quien…¿Quién pudo hacernos esto? –preguntó Siveltheir– Urbhum murió, y Ganford perdió nuestro rastro.
Hälen se fue volando hasta el lago, y luego regresó.
–Urbhum no está. Sin duda fue él.
–Pero, y si ha escapado. –Dijo Faratheir– Algo lo hizo vivir.
–Ganford! –dijo Hälen.
–Maldito…por qué añora tanto esas reliquias!! –cuestionó Siveltheir.
–Con tal de hacernos sus servidores, a nosotros y a todas las criaturas, el iría hasta el fin del mundo. –dijo Faratheir.
–Pues que vaya. Porque a nosotros no nos las robará. –gruño Siveltheir.
–Bien. Y ya que tenemos nuestro primer objetivo. Es hora de regresar donde el Gran Thatgeir. –dijo el hada.
–Vamos. –Faratheir cargó sus cosas y acomodó la silla de su caballo. Luego pidió a Siveltheir que se montará, y a Hälen que tomara su forma de hada. Así ahorrarían mucho tiempo.
Partieron sin problemas.
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Urbhum se sentía muy mal. Solo llegó hasta la primera sala, con el dragón en el centro, y no pudo avanzar más; el templo cayó sobre él.
–Y ahora…que…–se preguntó, intentándose liberar de la gran torre que había caído sobre él.
De nuevo, comenzó a cerrar sus ojos, y su vida…acabó.
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El regreso se hizo bastante largo. Cruzaron todo el bosque en casi 3 días, sin rastro alguno de los Jinetes Negros. Esta vez no tuvieron que cruzar las oscuras cuevas, en cambio pasaron sobre ellas. Seguido a esto, llegaron hasta el valle de Adilian.
–Aquí. –recordó Siveltheir– Encontramos a Altrof, el caballo parlante que nos delató.
–Si, supe de eso. –dijo su padre.
En seguida, la figura de un pobre caballo apareció ante ellos. Era oscuro, y se veía mal cuidado. Tenía sangre por todos lados y cojeaba.
El caballo se acercó al grupo.
–Mi señor. –dijo– Soy Altrof, el caballo que los transportó.
Siveltheir bajó del corcel y en seguida sacó su espada.
–Maldito caballo! –gritó– Tú nos delataste con Ganford.
–Señor mío. –dijo el pobre caballo sin aliento– Discúlpeme. Esos malditos jinetes me sacaron la información. Mire como me dejaron. Luego, volvieron y dijeron que yo les había mentido, y me golpearon aún más. Tenían látigos, y usted no sabe como duele eso.
Siveltheir miró a su padre, y luego a Hälen.
–¿Será verdad lo que nos dice? –preguntó el elfo.
–Yo se que un caballo parlante nunca mentiría. –replicó Faratheir– Su sangre es del mejor linaje, y tienen una descendencia real. Un caballo así no podría decir mentiras.
–Es verdad lo que dice este noble caballero. –Dijo Altrof– Ayúdenme… cúrenme… los llevaré a donde quieran…pero… ayúdenme.
El caballo se puso sobre sus rodillas y bajó la cabeza.
–Padre… Ayúdalo.
Faratheir sacó de su mochila un manojo de Athelas. Luego comenzó a tapar las heridas que rodeaban al pobre Altrof.
Minutos después, el caballo se paró de nuevo.
–Toma. –le dijo Faratheir– Come esto, te repondrás. –le pasó una manzana dorada. En seguida, el caballo volvió a su estado normal.
–Nuevamente. Estoy dispuesto a ayudarles. –Dijo el caballo inclinando su cabeza– Mi señor Siveltheir, soy suyo… lléveme hasta donde usted apetezca.
Siveltheir se montó sobre Altrof, y de nuevo la compañía se movió.
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–Mi señor. –dijo uno de los Jinetes Negros– La criatura Urbhum ha visto a El Elegido, y al hada. Dice que uno más iba con ellos.
– ¿Que hizo la criatura?
–Fue tras ellos. Pero no sabemos más.
–Quiero que regresen a donde lo dejaron. Infórmenme que hizo.
Los jinetes de nuevo golpearon sus caballos y fueron nuevamente al lago.
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Cabalgaron durante horas por todo Adilian, y al fin el hermoso valle estaba terminando.
Llegaron de nuevo a un terreno de piedras y árboles, donde Hälen y Siveltheir habían tenido que escapar de Wargos.
–Aquí termina Adilian. –susurró Altrof al grupo. Se veía triste, no le gustaba dejar su tierra.
–Si no quieres seguir, -le dijo Siveltheir, acariciándole el costado– quédate.
– ¡No! –dijo con firmeza el caballo– Seguiré con vosotros, sin importar lo que me duela dejar Adilian.

Aminoraron el paso. La torre de Alazdam ya se divisaba desde su posición. Altrof se veía muy excitado, nunca había ido hasta Alazdam; esta sería su primera visita.
El sol comenzaba a descender y la luna se podía ver en lo alto. Venteaba muy fuerte y era un viento helado.
–Creo que debemos acampar. –dijo Hälen mientras tomaba su forma humana y se encojía.
–Como dices eso. –reaccionó Faratheir– Tenemos a Alazdam en nuestras narices y aun así ¿Dices que acampemos?
Siveltheir escuchaba la discusión, y no sabía que decir. Si se quedaban dormirían mal y tal vez estuvieran expuestos. Si seguían, aun así quedarían expuestos, pero llegarían cuanto antes a la torre.
–Bien. –dijo al fin Hälen– Que decida El Elegido.
Al elfo le latió el corazón muy rápido. Era muy difícil tomar una decisión.
–Sigamos. –Contestó luego de pensarlo un momento.
Hälen se resignó de su comentario, y con mala gana continuó.
–Debemos acelerar el paso. –apuntó Faratheir– Nunca llegaremos a este.
–Pero… -dijo Hälen, pero prefirió quedarse callada.
Faratheir golpeó a su caballo, y el joven elfo lo hizo también. El hada tomó su forma natural y comenzó a volar. El viento le empujaba las alas y no podía volar con facilidad.
Ya se acercaban al fin, y entonces un grupo de mercenarios apareció frente a ellos. Los caballos frenaron y se levantaron.
–¿Qué queréis bellacos? –preguntó en seguida Faratheir, bajándose de su caballo y empuñando su espada.
Siveltheir también preparó su nueva espada, la que había abierto la puerta del templo.
En seguida, uno de los mercenarios se bajó de su caballo, que era café, y se acercó hasta Faratheir.
–No te atrevas a desafiarnos. –Dijo el hombre. Estaba armado con una ballesta que cargaba en su pecho y con una gran lanza que llevaba atrás– Baja esa espada y arreglaremos esto sin tener que matarlos– El hombre alzó su mano y una luz azul se disparó de ella.
Faratheir bajó la espada.
–¿Qué es lo que quieren? –preguntó.
–Entrega los caballos. –respondió el mercenario.
–Y la espada del chico. –añadió otro.
En total eran 4 mercenarios. Dos cargaban arcos y espadas, y los otros la ballesta y la lanza.
Siveltheir parecía enojado. Alzó la espada, pero el mercenario que estaba adelante en seguida lo detuvo.
–No te atrevas, pequeño.
Siveltheir no hizo caso a la advertencia, y entonces descargó toda su furia sobre el hombre, que calló redondo al suelo.
El joven elfo no lo podía creer, había matado a un hombre.
En seguida se escuchó el lanzamiento de una flecha. Siveltheir volteó y vio a su padre, con una jara envuelta en hilo rojo, clavada en su pecho.
El corcel blanco se abalanzó sobre el otro mercenario con ballesta, Siveltheir fue contra uno armado con arco y Hälen, con su forma humana, fue hacia el último.
Altrof estaba asustado, una batalla así nunca la había presenciado. Estaba tras un árbol, buscando no ser alcanzado por una flecha.
Siveltheir terminó con su hombre, y fue contra el que el corcel estaba batallando, quien también calló.
El corcel blanco se dirigió hasta su amo. Siveltheir lo siguió.
Hälen ya había terminado con su hombre, y en seguida corrió hasta Faratheir.
–Padre! –gritó Siveltheir, viendo a su padre intentando sacarse la flecha que lo atravesaba.
–Altrof. –dijo Hälen al noble caballo– Corre hasta la torre. Diles a los guardias que necesitas ayuda, con Lord Faratheir, quien yace aquí.
Altrof siguió las órdenes al pie de la letra.
Los gritos de dolor del elfo eran horribles sollozos que Siveltheir sentía en su corazón.
El joven elfo no sabía que hacer. Solo lloraba, de rodillas en el suelo.
–Hälen. Haz algo.
–No puedo Sivel.
De pronto de entre algunos árboles, apareció Altrof. Sobre él dos hombres vestidos con túnicas blancas con adornos dorados en las mangas, cabalgaban. En sus manos tenían una vara luminosa, que los guió por la oscuridad.
Los sacerdotes bajaron rápidamente al ver al jinete gimiendo.
Uno de los sacerdotes, de nombre Gar’sh, se puso al lado de la cabeza de Faratheir. Cerró los ojos y comenzó a pronunciar unas palabras.
El otro, de nombre Q’uas, posó su mano sobre la herida donde la flecha se encontraba. En seguida, comenzó a sacar cuidadosamente la barra.
Siveltheir miraba. La esperanza regresaba.

La flecha al fin había sido extraída. Pero Faratheir tenía sus ojos cerrados, y los latidos de su corazón eran muy lentos.
Gar’sh seguía rezando sus palabras, mientras Q’uas sanaba la herida en el pecho.
–Sobrevivirá. –Dijo Q’uas mientras se paraba– Llévenlo hasta la torre, allí podrá descansar.
Gar’sh se levantó también.
–Volvamos todos a la torre.
Los sacerdotes se montaron nuevamente sobre Altrof, Siveltheir montó a su padre sobre el corcel y él cabalgó. Mientras, Hälen tomó su forma de hada y la compañía comenzó a andar directo a la torre de Alazdam.

1 comentario:

Malfuin dijo...

Esta vez he tenido menos tiempo de pasarme por aquí, pero al fin he acabado de leer.

Me ha gustado, aunque hace tiempo desde que leí algunas cosas y no me acordaba bien. De todos modos, es entretenido ^^

Sigue así, saludos!